Pocos miembros del linaje humano han sido tan malignamente representados en la cultura popular como los neandertales. Desde su descubrimiento en 1856, hasta fines del siglo XX, nuestros primos homínidos más cercanos fueron constantemente subestimados, hasta tal grado que decirle neandertal a alguien es un insulto. Para muchos científicos, los neandertales no eran lo suficientemente inteligentes como para codearse con el gran Homo sapiens. Sin embrago, las evidencias arqueológicas y paleoantropológicas que se han ido acumulando desde los años 90 hasta la fecha han ido desarrollando una historia mucho más compleja y rica de esta especie humana.
No solo eran tan buenos cazadores como el, sino que además eran capaces de conservar cráneos como trofeos. Hoy en día podrá parecer extraño que los científicos se maravillen de este descubrimiento, pero este detalle dice mucho sobre la capacidad cognitiva de quienes lo hacían. Y es que, conservar, y hasta modificar, un cráneo animal nada tiene que ver con la alimentación en sí, sino que se relaciona con el llamado pensamiento simbólico, que implica atribuirle un significado especial a un objeto, algo representativo, no práctico. Así funcionan ciertos