Muchas de las funciones del cuerpo humano son una respuesta natural al estímulo de las hormonas, esas sustancias químicas que dicen a las células cómo deben comportarse. Casi todos nuestros órganos las producen, aunque la mayoría provienen del sistema endocrino. Cuatro de ellas comparten la virtud de hacernos felices: la dopamina, la oxitocina, la serotonina y las endorfinas. Sin embargo, a una de ellas, la oxitocina, un estudio publicado en la revista Neuron le acaba de arrebatar algunos de sus méritos.
El estudio, realizado con topillos de la pradera, afirma que la oxitocina no es necesaria para establecer lazos duraderos con la pareja y cuidar de los hijos. Para llegar a esa conclusión, los investigadores bloquearon los receptores de oxitocina de estos pequeños animales, conocidos por su tendencia a la monogamia. Eso no impidió que las hembras parieran y dieran de mamar a sus crías, aunque sí se redujeron la liberación de leche, el número de crías que llegaron vivas al destete y el tamaño de las que lo lograron. Además, en lo que se refiere a los lazos afectivos, el artículo asegura que los topillos los crearon como si no tuvieran bloqueado el receptor de oxitocina.
En definitiva, los investigadores no niegan, al menos del todo, la importancia de la oxitocina en su función fundamental, la lactancia, pero sí lo hacen con otras que hasta ahora se daban por hechas, como la creación de vínculos de pareja, paternales y sociales. Una conclusión a la que