La historia de Epic Games es como la de otros muchos casos de éxito. Sí, es la historia de alguien que empieza en el garaje de la casa de sus padres y acaba erigiendo una de las compañías más importante de su ramo. Ni más ni menos, la empresa que ha sustentado, con sus motores y tecnologías, algunos de los juegos más influyentes de la historia del videojuego. Y la lista no para de crecer.
Doom y Quake, bofetón de realidad
Tim Sweeney fundó Potomac Computers como una consultoría,, algo más ‘épico’ para competir contra colosos de la época como Apogee Software (que distribuyó Wolfenstein y creó Duke Nukem), aunque él era el único empleado. Buscó compañero de negocios y encontró a Mark Rein, quien salió de id Software por diferencias con los integrantes del estudio. Los cimientos de Epic ya estaban listos. Mark se encargó de las ventas, los acuerdos de distribución, el marketing… Así, en los sucesivos meses y años, crearían éxitos como Jill of the Jungle o Jack Jazzrab-bit, además de distribuir otro exitazo: Epic Pinball. Pero pronto, sentirían en sus carnes la ‘decepción’: id lanzó primero Doom (1993) y Quake (1996), y sintieron que se quedaban atrás. Si las 3D iban a ser el futuro, tenían que ser los mejores desarrolladores en ese campo. Y se pusieron manos a la obra, en una época en la que el y aglutinaba a unas veinte personas en total.