DEPORTES
Hugo Cárabes mata el balón con uno de los bastones de los que se sostiene. Con el que descansa en su antebrazo izquierdo lo golpea y lo impulsa hacia atrás. La única pierna que tiene recibe la bola de taquito, le pone estilo; se la acomoda y empieza las dominadas. Uno, dos, tres cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve pataditas antes de empujarla hacia su cabeza. Y comienza otra vez la cuenta: dos, tres, cuatro…seis… ocho…diez. La vuelve a matar, ahora sobre la nuca. El esférico descansa ahí un parpadeo, lo lanza hacia su pie y con un toque perfecto se lo pasa a su compañero, quien se apura a hacer lo mismo antes de que la luz del semáforo cambie a verde.
Es la esquina de José Vasconcelos y General Hill, en la Hipódromo Condesa, una colonia en la alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México. Ahí los automovilistas miran asombrados cómo un par de muchachos amputados hacen jugadas de fantasía. El balón baila al ritmo de Live is life, la canción de la banda austríaca Opus que se convirtió en un himno de ánimo y fuerza a mediados de los ochenta.
Frente al consulado ruso,, la vida es como es. A Hugo Cárabes le falta la pierna izquierda, pero le sobra voluntad.