La confianza hay que ganársela, puede ser ciega, perderse en un segundo, o no dejarla ni aflorar. Más allá de dichos populares, la neurociencia sostiene que cuando se trata de confiar, la química y los pensamientos juegan un papel crucial. Un proceso en el que se ve inmerso el cerebro y que con el paso del tiempo se ha adaptado a la perfección a los retos de la era digital, consiguiendo afrontar con confianza el embarcarse en un viaje en coche con un desconocido o alojarse en casa de un completo extraño.
¿Qué lleva a nuestro cerebro a activar la confianza? Detrás de esta pregunta hay diferentes protagonistas y una de ellas se llama oxitocina. Conocida por ser la hormona que se libera durante el parto o la lactancia, este químico ejerce funciones como neuromodulador en el sistema nervioso central.
Se trata de un neuropéptido cuya presencia es medible y detectable en un análisis de sangre. La oxitocina tiene efectos antiestrés y es capaz de hacer descender la tensión arterial y el ritmo cardíaco. Una buena mediadora en momentos de ansiedad que hace inclinar la balanza hacia el lado de la confianza y el bienestar.
. A la oxitocina hay que sumar otros