El maestro del nuevo terror de los setenta que ya había triunfado en el territorio del terror cinematográfico dando su versión del subgénero slasher en la icónica La noche de Halloween (1978), que consagró a Jamie Lee Curtis como nueva “reina del grito” de la pantalla, decidió completar su viaje por el terror con esta variante de la temática de posesiones diabólicas y exorcistas donde da otra vuelta de tuerca a las pesadillas urbanitas modernas relacionadas con la falta de fe y la decadencia de las religiones tradicionales.
El argumento hace una hibridación de elementos propios del cine de posesiones y exorcismos con las claves de lugares encantados y malditos, haciendo que los