Dibujos, grabados, algún cuadro original, fotos… Muchos, muchos recuerdos son los que conserva el polifacético artista José Luis Galicia de su gran amigo Picasso, de Pablo –como a él se refiere–, a quien conoció hace 70 años, en París, cuando este nieto e hijo de artistas nacido en Madrid tenía 22 años. El encuentro –el primero de muchos otros– tuvo lugar en la Maison de la Pensée Française, en un homenaje al poeta Paul Éluard, que acababa de fallecer. Allí se exponían las obras del «único genio del siglo XX», como así le califica este pintor –autor, por cierto, de los frescos de la Catedral de la Almudena–, y el joven Galicia se ganó pronto la confianza de Picasso, porque «yo le decía, con cierto descaro, lo que realmente pensaba sobre sus cuadros, y eso le gustaba».
«Para mí ‘un Picasso’ no tiene un valor económico sino afectivo, es una muestra de cariño», precisa quien seguramente sea el único amigo de Picasso que aún permanece con vida. Una amistad que se fraguó con charlas «interminables», de volviera a España, gracias al cambio de una simple cláusula: en lugar de mencionar que regresase el cuadro «cuando haya una República en España», finalmente incluyó: «cuando haya un Estado democrático».