EL PRIMERO EN REIVINDICARSE COMO AUTÉNTICO HEREDERO ESPIRITUAL DEL “PROFETA” FUE ABU BAKR (573-634), PADRE DE AISHA (613/14-678), LA MÁS JOVEN Y FAVORITA ENTRE LAS ESPOSAS DE MAHOMA, Y EN CUYOS BRAZOS HABÍA MUERTO. Con Abu Bakr, legitimándose como “vicario de Alá” o califa (jalifat-Allah) tras la consulta (shura) o deliberación del círculo de seguidores (sahaba) más cercano a Mahoma, se inicia el período de los llamados califas ortodoxos o “bien guiados” (rashidum) o Califato ortodoxo (o Rashidun), que integraría cuatro califas y que apenas de prolongaría treinta años. Tal y como advierte el filósofo y experto en religiones Jesús Mosterín (1941-2017), en "El islam" (2012): “La mayoría de los musulmanes, que son sunníes, consideran a los cuatro primeros califas como rashidún o bien guiados por Alá. En general, los califas rashidún y la umma o comunidad islámica sobre la que presidían fueron posteriormente idealizados y su época presentada como una edad de oro y armonía, aunque la verdad es que fue un período de continuos conflictos, conspiraciones y asesinatos”.
LA ERA DE LOS CALIFAS ORTODOXOS
El liderazgo del primer califa ortodoxo Abu Bakr solo duraría dos años, hasta su muerte en 634, pero fue suficiente para cohesionar a la primitiva comunidad de fieles que amenazaba con disgregarse después de que muchas tribus beduinas de la Península Arábiga, desalentadas tras la muerte de Mahoma, decidieran abandonar el credo religioso… lo que significaba dejar de pagar la “limosna obligatoria” (azaque o zakat). Fueron las llamadas “guerras de apostasía”, rápidamente sofocadas por Abu Bakr, obligando nuevamente a la “conversión” de los beduinos disidentes y restableciendo el pago de tributos. “Si adorabais a Mahoma –replicaba Abu Bakr–, Mahoma ha muerto; pero si adorabais a Alá, ¡Alá está vivo y es inmortal!”. Seguidamente, Abu Bakr robustecería su liderazgo infringiendo duras derrotas al Imperio sasánida (que sucumbiría al islam) y al Imperio bizantino.
, también (586/90-644), sería el segundo califa ortodoxo que, durante diez años (634-644) continuaría la campaña expansionista iniciada por su predecesor Abu Bakr. Reorganizó el ejército, y logró cohesionar a las tribus beduinas en torno al islam, evitando futuras disidencias. Su islamización completa de la Península Arábiga, con la expulsión definitiva de judíos mientras que, en los territorios recién conquistados, se obligó a la conversión o fiscalización de judíos cristianos y mazdeístas, imponiéndoles el pago de tributos conforme a los versos del Corán (9, 29): “Combatid a quienes no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y su Enviado prohíben, ni practican la religión verdadera. Combatidlos hasta que, humillados y sometidos, paguen el tributo”. Esta política de no arrebatar las tierras conquistadas, sino someterlas a un régimen de fiscalización fue la principal motivación de la campaña expansionista del islam. Tal y como señala Jesús Mosterín: “Desde la época de Umar, los árabes renunciaron a repartirse las tierras conquistadas, a fin de no perturbar la actividad agrícola y económica. En vez de ello, se convirtieron
