Nacida en el Lacio, Italia, el 4 de julio de 1927 y fallecida en Roma el 16 de enero de 2023, víctima de neumonía y fallo renal, a la provecta edad de 95 años, Luigia Lollobrigida, fue conocida popularmente en su momento de mayor éxito en Italia como la Lollo. El pasado mes de septiembre se había sometido a una cirugía para reparar el fémur que se había roto en una caída.
En el momento de su muerte, algunos medios de comunicación han tirado, para armar los titulares y obituarios, del socorrido título de una de sus películas, La mujer más guapa del mundo (1955), mientras otros se entregaban al recuerdo de los calificativos más exaltados que le dedicaron los cronistas de su paseo por la alfombra roja de la fama coronándola nuevamente como la Mona Lisa del siglo XX. Pero puestos a desempolvar etiquetas y calificativos para definirla, quien esto escribe prefiere recordar lo que dijo de ella una de las máximas estrellas estadounidenses con la que trabajó en su periodo en Hollywood. Humphrey Bogart la definió como “la mujer que hace que Marilyn Monroe se parezca a Shirley Temple”.
Prefiero este último porque, incluso antes de haberlo leído, siempre que veía películas de Lollobrigida pensaba esencialmente en otras tres estrellas femeninas cuya capacidad de seducción desde la pantalla emanaba como una especie de estallido de luz deslumbrante y arrollador para el espectador cada vez que aparecían en un plano. Marilyn Monroe, Sara Montiel y Sofia Loren.
No se me confundan, cada una de ellas manejaba cualidades personales e intransferibles absolutamente inimitables, pero las tres tenían en común un perfecto conocimiento de sus mejores armas para desbordar los límites de la pantalla con un insuperable manejo de su mirada y de su físico, y ese conocimiento era suyo, totalmente suyo, e iba más allá del talento, o no, de los directores que trabajaran con ellas.
Me explico: en las cuatro actrices encontramos un interesante fenómeno que todas ellas comparten y pienso que resume la reina en este aspecto en lo que a cine clásico se refiere, mi admiradísima Ava Gardner. Se sobreponían