BOGOTÁ.– Dora María Téllez no parece ser una exprisionera política que acaba de salir de una cárcel en la que el presidente nicaragüense, Daniel Ortega –considerado “dictador” por varios de sus colegas de la izquierda latinoamericana–, la mantuvo 605 días. Estaba en una celda en tinieblas, en aislamiento total y tenía prohibido hablar, escribir y leer.
Al otro lado de la línea telefónica se escucha recia y vigorosa. Habla con elocuencia y convicción, como si el encierro no le hubiera hecho mella.
“No sé bien cómo hace uno –asegura–, pero yo estaba consciente de que mi posición debía ser de resistencia y de que mi salud mental y mi salud física eran