a palabra soltero ya no tiene el mismo sentido que antes. ¿Quién habla hoy del solterón o de la solterona?, eso ya no existe. Hoy en día todos somos solteros intermitentes. La lista de noviazgos se multiplica y se alarga mucho más allá pasada la treintena, y los modos de, parejas que rompen y vuelven, parejas a distancia, parejas de separados… No hay duda de que los vínculos están en fase de transformación y de que los ideales que regían dejaron hace tiempo de estar vigentes. Sin embargo, la pareja sigue siendo la base de nuestra visión del amor. ¿Y si estos modos de emparejarse fueran también intentos de lidiar con un nuevo mal que nos aqueja? Pasamos de una época en que los vínculos eran estables a una de extremada fragilidad vincular. No sabemos nunca lo que va a durar. Las alarmas ante cualquier signo de toxicidad de pareja que proliferan en libros de autoayuda, foros e van de la mano con una dificultad creciente de aceptar la desilusión, la frustración y la vulnerabilidad. La respuesta más extendida ante cualquier atisbo de estas sensaciones es la de salir corriendo. Paradójicamente, a veces, el mayor indicador del deseo es precisamente que algo no nos guste, que nos frustre y nos decepcione.
