La oleada de cazas Incom T-65 se acercó en formación cerrada hasta las proximidades de su objetivo y se desplegó, separándose entre sí, para no ofrecer un blanco demasiado fácil a las defensas. En los audífonos de los pilotos sonó la voz del líder, algo metálica, dando la orden de ataque y los cazas abrieron sus alas en X mientras en las pantallas de los sensores los puntos luminosos de los cazas enemigos se multiplicaban, moviéndose velozmente a su encuentro. Detrás de las cabinas, los droides astromecánicos Automaton R2, integrados en cada nave, realizaban sus habituales tareas de navegación y control del vuelo, diagnóstico, gestión de la energía y corrección de problemas técnicos, optimizando los sistemas de a bordo, ahora listos para el combate.
Tan pronto como ambas formaciones estuvieron a tiro se disgregaron en una confusa aglomeración con cazas de uno y otro lado que se perseguían, maniobrando agitadamente, mientras las brillantes trazas de los cañones láser dibujaban líneas rojas y azules en el negro espacio, salpicado esporádicamente de cegadores resplandores que marcaban el final de un combatiente.
Esta es la imagen que muchos tienen de los combates aéreos del futuro gracias, por ejemplo, a las películas de la saga cinematográfica . Hoy sabemos ya que