EL GÉLIDO CHORRO DE AIRE de esa noche francesa de mayo de 1942 golpeaba con fuerza el rostro de “Willy”. Caía rápidamente y, a 300 metros de altura, le sacudió el tirón de su paracaídas al abrirse. Suspiró aliviado. El rugido de los motores Merlin 27 litros del cuatrimotor que lo había transportado se alejaba. Entraba de lleno en la Segunda Guerra Mundial. Aferrado a los tirantes de ese enorme hongo en lento descenso, visible quizás desde la ensombrecida campiña cercana a Le Mans, repasó la que había sido su anterior vida. ¿Dónde estaría “Didi”, su adorada y bella esposa, dónde estaría su “4914”, el Bugatti Type 35B que le había lanzado, 13 años antes, a la fama?
Montecarlo, refugio invernal de millonarios y oportunistas, 14 de abril de 1929, a disputarse el Gran Premio de Mönaco.
Se fabricaron 207 Type 35,45 de ellos del tipo B, admirados en muchos concursos
William Charles Frederik Grover, “Willy” pára los amigos, “W. Williams” en su ficha de inscripción, arrancaba desde la quinta posición. Ettore Bugatti le había prestado un Type 35B de 2.3 litros y 140 CV. Ese chasis, el “4914”, lucía