A lo largo de millones de años, la mayoría de las especies animales cambian. Tanto, que pasan es broma: los requetetarabuelos de las ballenas vivían de parecer un cerdo salvaje a una ballena –no en tierra firme, tenían patas y parecían entre jabalíes los dinos terópodos son los requetetatarabuelos de e hipopótamos–, o de un dinosaurio –imagina al Tiranosaurio rex– a una gallina –tampoco es broma: todas las aves–.
Pero hay algunos a los que el tiempo parece “hacerles el mandado” y permanecen prácticamente iguales a sus antepasados prehistóricos, y por eso los llamamos “fósiles vivientes”.
SEAMOS EXACTOS
El término “fósil viviente” no existe en la biología porque ningún fósil está vivo, las especies evolucionan (cambian su ADN y su apariencia, aunque sea un poco, para adaptarse al medio).
Pero se usa de manera coloquial para referirnos a organismos que viven hoy y son semejantes a otros que lo hicieron hace mucho, aunque no estén emparentados.
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