LA VERDAD SOBRE UNO DE LOS ATENTADOS MÁS MISTERIOSOS DE LA HISTORIA
En el aeropuerto de Punta Raisi han saltado todos los sistemas de emergencia al cerciorarse de que el avión de Bolonia, un DC-9 de Itavia, no ha llegado a su destino. En el mismo viajan 64 pasajeros adultos, once niños de entre dos y doce años, dos bebés y cuatro miembros de la tripulación». Así abrió la segunda edición del telediario italiano en la noche del 27 de junio de 1980.
A partir de entonces comenzó una partida de póquer con las cartas manipuladas por parte de jugadores como gobiernos, fuerzas armadas y servicios de inteligencia de cinco naciones: Italia, Francia, EE UU, Reino Unido y Libia. El objetivo era esconder la verdad sobre la explosión que provocó el estrellamiento del avión en el mar Tirreno, ocasionando la muerte a toda la tripulación. Un encubrimiento de pruebas para ocultar un acto de guerra en época de paz. ¿El motivo? Unas enormes tensiones políticas y militares en el Mediterráneo entre varias naciones aliadas y la Libia del general Muamar el Gadafi.
«Lo curioso es que el día después de lo sucedido, en el Parlamento se dijo que el avión cayó porque tenía una avería. Todos los radares italianos estaban controlados por militares, generales, coroneles, y esa fue la versión oficial que ofrecieron», explica Daria Bonfietti, presidenta de la Asociación de Víctimas de la Masacre de Ustica. «Mi hermano mayor, Alberto, estaba en ese avión. Hay más de cinco mil páginas de sentencia, aunque inicialmente se le echó la culpa a Aldo Davanzali, máximo accionista de la compañía aérea. Se le quitó la concesión para poder volar,