A medio mundo le pasó de largo que el entrenador de la selección de futbol de Irán, Carlos Queiroz, desafió a la federación de ese país con tal de contar con el delantero Sardar Azmoun entre los 26 convocados que participaron en el Mundial de Qatar 2022. El portugués soportó las presiones de los directivos contra el futbolista que se granjeó su desprecio por osar protestar por el fallecimiento de Mahsa Amini, kurda de 22 años que murió tras ser salvajemente golpeada y torturada por la Policía de la Moral.
Eran mediados de septiembre cuando Amini fue detenida por no llevar puesto el velo de manera correcta. Su “pecado” fue dejar sin cubrir un pequeño mechón de su cabello. Fue arrestada el 14 de septiembre pasado, y entró en coma por los golpes que recibió en la cabeza. Murió dos días después. Su asesinato ha desencadenado una serie de protestas en Saquez, ciudad natal de Amini, que, a su vez, generaron manifestaciones a escala nacional, principalmente en la capital, Teherán, contra el régimen islámico de Alí Jamenei, líder supremo, y de Ebrahim Raisi, presidente de la república.
El nivel de indignación fue tal que alcanzó al futbol. El 27 de septiembre último la selección de Irán se enfrentó con la de Senegal en un partido amistoso realizado en Viena. Mientras sonaba el himno nacional, los jugadores estaban cabizbajos, llevaban puestas