bro el portátil y hago clic en el enlace de Zoom, pero antes me aseguro de haber cerrado la puerta del dormitorio con pestillo. El corazón me late con fuerza en el pecho. A mi lado, en el suelo, he puesto un espejo de mano y un tubo de lubricante. Me uno a la llamada y las caras de siete extrañas aparecen en mi pantalla. «Vamos a explorar nuestras vulvas», anuncia la organizadora. Y entonces empiezo a pensar si estas reuniones me van a servir de algo… «¿Qué espero conseguir? ¿Debería cerrar el portátil ahora mismo y olvidar que alguna vez creí que esto era buena idea?». Acaba de comenzar el taller vaginal de Naomi Gale, especializada en terapia somática, una práctica alternativa cuyo objetivo es alinear mente y cuerpo. En estas clases trabaja con las participantes cómo cambiar la relación que tienen con el sexo y su cuerpo. «Los espacios como el mío son protestas silenciosas. Quienes entran por la puerta reclaman lo que Cada cual usa un nombre diferente para referirse a los genitales externos femeninos. Y es que esta área –que incluye los labios, el clítoris y la abertura de la vagina– es una parte del cuerpo complicada para muchas mujeres. De hecho, en una encuesta reciente que hicimos en COSMOPOLITAN, casi la mitad (49%) de las participantes indicó que se avergonzaba de ella. Así, no resulta sorprendente que las chicas de 18 años o menos quieran pasar por el quirófano, a pesar de que durante la adolescencia los labios siguen desarrollándose. Según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, la cantidad de labioplastias realizadas en todo el mundo en 2019 alcanzó la asombrosa cifra de 164.667, lo que supone un aumento del 73,3% desde 2015. Esta intervención consiste en remodelar los labios menores (que son los pliegues de piel que hay a ambos lados de la apertura de la vagina) para reducir su tamaño o longitud. Pero ¿qué ha impulsado el incremento de estas operaciones? En nuestro estudio, el 80% de las participantes afirmó que la pornografía influía en la percepción que tenía acerca de sus genitales. Julie Bowring, ginecóloga especializada en salud sexual y reproductiva de London Gynaecology, señala también otro aspecto a tener en cuenta: «Es común tener asimetría en el cuerpo, y lo mismo pasa con esta zona». Sin embargo, con sólo echar un vistazo a la página de inicio de Pornhub, vemos que las vulvas se clasifican en dos tipologías: (hacia afuera), con descripciones como «carnosa» o «grande», e (hacia adentro), acompañadas de adjetivos con connotaciones positivas, como «linda» o «perfecta». Y es que la labioplastia está tan estrechamente vinculada a la industria del sexo que algunos medios de comunicación se refieren a ella como «la operación de las estrellas porno». Esto perpetúa la idea de que la zona íntima femenina no debe tener vello, pero sí unos labios simétricos y ocultos. Lo más lamentable es que una de cada cinco mujeres de 16 a 24 años ha considerado alguna vez la posibilidad de cortarse o blanquearse la vulva por su cuenta y que todo esto está afectando a la vida sexual de las mujeres. Nuestro sondeo reveló que el 92% considera que debe depilarse el vello púbico antes de un encuentro íntimo con otra persona. Y un estudio de 2019 realizado por la marca Vagisil demostró que hasta dos tercios de las han evitado tener sexo porque el olor de su vagina les provocaba ansiedad. Cecile Gasnault, directora de Marca de la empresa de juguetes sexuales Smile Makers y fundadora del curso , explica que esta vergüenza alimenta la brecha del orgasmo. Según afirma, «esta sensación que sufren las jóvenes hace que reciban menos sexo oral del que dan. El enfoque falocéntrico, que considera la penetración como el , borra la vulva del mapa del placer, dado que el 70% de las mujeres necesita estimulación externa para llegar al clímax». De vuelta a la llamada de Zoom, reflexiono sobre la relación que tengo con mis genitales. Dibujo una línea temporal en la que anoto mi primera regla, el día que perdí la virginidad y la primera prueba de frotis que me hicieron. Resulta curiosa la forma en que la vergüenza que interioricé todos esos años ha influido en la confianza sobre mi cuerpo. Tener sexo con las luces encendidas era algo que me aterrorizaba. ¡Qué diferente podría haber sido mi vida amorosa!
