SITUADO AL ESTE DE LA FRONTERA ENTRE BÉLGICA Y ALE-MANIA, ENTRE AQUISGRÁN Y EL RÍO RUHR, EL BOSQUE DE HÜRTGEN ERA UNA AGRESTE MASA FORESTAL POCO PO-BLADA. Barrancos, crestas y un sinfín de árboles se sucedían salpicados por quebradas y cortafuegos. El clima no podía ser más desapacible, marcado por fuertes lluvias, aguanieve, bajas temperaturas y un viento gélido. Los estadounidenses no podían haber elegido un terreno peor para combatir.
Este es el sombrío escenario que deben encarar los hombres del teniente Boyle en la novela Frontera sangrienta. Las esperanzas de un rápido final de la guerra se desvanecerán de inmediato. El frío, el barro y los proyectiles de artillería, haciendo volar mortíferas astillas al impactar en las copas de los árboles, formaban parte de la trágica rutina. Un Boyle con incipiente pie de trinchera, al borde del hundimiento emocional, debe conducir a su pelotón a través del bosque de Hürtgen. En medio de una batalla sin cuartel, deberán enfrentarse a dos francotiradores alemanes, cuya reputación tiene aterrorizados a los estadounidenses.
EN HÜRTGEN, EL ESTRUENDO DEL FUEGO DE ARTILLERÍA, LA PÉRDIDA DE BUENOS COMPAÑEROS Y LA CONTINUA TENSIÓN HICERON QUE PROLIFERASEN LOS CASOS DE NEUROSIS DE GUERRA.
EL TERROR DEL SOLDADO
A través de los ojos del teniente Boyle y sus soldados, el lector se acerca a lo que supuso el día a día de los soldados y lo que significaba el