Cuentan que, en una ocasión, un conde inglés visitó a Hans Holbein el Joven en su casa, atraído por su fama y con el fin de contemplar sus cuadros. El pintor, que andaba muy atareado, rehusó cortésmente recibirlo, pero el conde insistió varias veces, hasta que Holbein, exasperado, lo arrojó escaleras abajo. Indignado por este ultraje, el noble se hizo llevar en camilla ante el rey y exigió un castigo a la insolencia del plebeyo. El monarca, que no era otro que Enrique VIII, respondió, socarrón: “Te aseguro, conde, que puedo hacer siete condes, si me complace, de siete campesinos, pero no podría conseguir un solo Hans Holbein, o un artista tan excelente como él, juntando siete condes”.
La credibilidad de esta anécdota, difundida por un biógrafo que no llegó a coincidir en vida con Holbein, resulta más que dudosa. Sin embargo, contiene, al menos, dos