Mientras la comunidad médica externa su preocupación por la gravedad de las enfermedades que padece el presidente Andrés Manuel López Obrador, como hipertensión, gota e hipotiroidismo, el mandatario sigue manteniendo su acelerado ritmo de trabajo y altos niveles de estrés, desoyendo las advertencias de los especialistas, en el sentido de que tanta actividad puede ocasionarle otro infarto agudo al miocardio, como el que padeció hace nueve años.
Pese a la gravedad del caso, el tabas queño está aprovechando políticamente sus padecimientos porque lo hacen ver dispuesto al “martirio” por el bien de México, advierten especialistas; de ahí que, exponen, para mantener sus altos niveles de popularidad asegura que su “ángel de la guarda” es el pueblo y lo protegen sus estampitas religiosas, aunque en caso de morir en funciones –dice– ya elaboró su “testamento político”.
Todavía el 29 de octubre último en Guaymas, Sonora, ante una concentración de indígenas yaquis, López Obrador adelantó que trabajará 16 horas diarias durante los 23 meses que le restan de gobierno, porque no aspira a la reelección. “Me tengo