La historia de Japón es violen ta desde sus inicios. Primero lucharon entre sí los aproximadamente 100 clanes que dominaban las islas; luego, contra los coreanos entre los siglos IV y VII, y más tarde, en el siglo VIII, contra los rebeldes habitantes del norte. Todo ello fue conformando una sociedad fuertemente militarizada en la que, por supuesto, sólo los más ricos podían tener un buen equipo y tiempo para entrenarse, por lo que fue formándose una élite militar que acabaría siendo el núcleo de los ejércitos nipones y que resultaría la casta dominante durante ocho siglos: los samurais.
El origen de los guerreros
A principios del siglo IX, con la era Heian, los rebeldes del norte de Japón ya estaban sometidos, pero el fraccionamiento del mando, propio del feudalismo, alcanzó niveles muy altos. Los emperadores apenas tenían influencia real, en parte por el gran poder de la nobleza local, que se fue haciendo con el control de la corte, y también porque, influenciados por el budismo -religión introducida desde China y Corea-, se fueron enclaustrando (llegando incluso a tomar los votos). La competencia por el poder de los diversos clanes y familias dio lugar a un clima de constantes guerras civiles; por ello era necesario contar con guerreros de confianza y bien entrenados, y comenzaron a proliferar esos soldados de élite que se llamarían samuráis (“los que sirven”), los cuales se fueron consolidando como fuerza en el mundo rural alejado de la corte; ligados a la defensa de la propiedad agraria, transmitían por herencia su condición. Dado su