Cada mañana, los niños de una familia cualquiera bromean con Alexa y le piden que ponga canciones o que les diga el clima esperado del día. Cuando salen de casa, Alexa no registra actividad. El asistente personal detecta que la casa ha quedado vacía.
En ocasiones, hablamos con nuestro grupo de amigos o con nuestra familia sobre destinos a donde viajar o algún artículo que queremos comprar. Mágicamente, al poco tiempo, aparecen en nuestro buscador informaciones sobre el contenido exacto acerca del que estábamos hablando. ¿Nos espían nuestros dispositivos? ¿Tiene oídos el celular y ojos la computadora? ¿Captan estos aparatos nuestra información? ¿Qué hacen con ella? ¿Estamos lo bastante protegidos por la legislación frente al uso de nuestros datos?
No existen conclusiones inequívocas sobre este espinoso asunto en torno al cual se generan opiniones contrapuestas y no existe unanimidad, ni tan siquiera legislativa a nivel internacional. Aunque ciertas premisas están claras: vivimos en un mundo hiperconectado, nosotros mismos volcamos una vasta información acerca de nuestra vida y preferencias en las aplicaciones y la gestión del dato se