El 22 de junio de 1559, París asistió con emoción a la boda por poderes de Isabel, la segunda de los hijos de Enrique II de Francia y Catalina de Médici, con el monarca español Felipe II. Nadie sospechaba entonces que, dos semanas después, el repique gozoso de las campanas de Notre Dame se convertiría en toque de difuntos. Un desgraciado accidente durante una de las justas organizadas para celebrar la ocasión acabó con la vida del monarca galo y pareció llenar de negros presagios el que se suponía un acontecimiento feliz.
Ciertamente, lo era. El matrimonio entre la joven Isabel de Valois con el monarca español era resultado de la Paz de Cateau-Cambrésis, el tratado con el que concluía una larga etapa de enfrentamientos entre Francia y España, un pacto de no agresión entre ambas monarquías que se había querido reforzar con una alianza de sangre. Estaba previsto que, tras