El fantasma de una crisis económica todavía mucho más brutal que la de 2008 asoma nuevamente al panorama internacional. Una crisis económica que en el mundo occidental sufrirá Europa muy por encima de EE UU. Desde hace semanas, los medios de comunicación más importantes del Viejo Continente están preparando psicológicamente a la población europea para lo que se nos viene encima a partir de este otoño. Los líderes europeos cada vez son más claros, con declaraciones absolutamente apocalípticas, refiriéndose incluso a posibles cortes en el suministro eléctrico y a imposiciones para reducir el consumo energético.
En este sentido, el 18 de julio de 2022, el español Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, aseguró que «la sociedad europea tiene que ser consciente que esta es una prueba de resistencia (se refiere a la guerra de Rusia contra Ucrania y a sus efectos sobre el aumento de la inflación y el precio de la energía), y nosotros tenemos que tener la resistencia suficiente para seguir apoyando a Ucrania. No tenemos otra solución. Ellos tampoco». Llovía sobre mojado. Borrell lleva meses advirtiendo a los ciudadanos del Viejo Continente sobre las consecuencia de la guerra que, sí o sí, vamos a sufrir, además de mantenerse firme respecto a las sanciones que la UE (por orden de la OTAN, que es lo mismo que decir EE UU) ha impuesto a Rusia y que se están volviendo contra Europa con total virulencia.
Sin embargo, como sucede siempre en el sucio y tramposo mundo de la geopolítica, nada es lo que parece, y el asunto de la invasión de Rusia