SIN PEDIR PERMISO NI PERDÓN
ivir sin miedo a absolutamente nada. Es la poderosa fuerza cinética gracias a la cual Donatella Versace (Regio de Calabria, Italia, 1955) se erige desde hace 25 años a modo de rostro visible como la piedra angular que sostiene los cimientos del imperio que fundó junto a sus hermanos, Santos y Gianni, en 1976. La osadía y el arrojo que ha demostrado la han convertido en una de las mujeres más relevantes dentro del panorama actual de la industria, en la que se ha ganado por méritos propios un puesto como diseñadora de referencia. Aunque los primeros años tras la muerte de Gianni no fueron precisamente un camino de rosas, ya que a la presión por tener que demostrar ante todos su valía se sumaba la de construir además su propio discurso estético sin sentir que: «Más que hermanos, eran mentor y pupila». Sinónimo de feminidad exuberante, poderosa y cargada de referencias barrocas, Versace no puede desligarse de la cultura popular. En ella ha escrito páginas inolvidables como la creación del fenómeno de las supermodelos (ya saben: Cindy, Claudia, Linda, Naomi, Kate y Christy) o que por el escotadísimo vestido verde que primero lució Donatella en la Gala del Met en 1999 y después Jennifer Lopez en los Grammy un año después se creara Google Images. Seguir defendiendo estos principios nunca ha dejado de ser su prioridad, según nos confiesa durante una conversación íntima y sincera.
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