ROSTROS DESTROZADOS POR LAS CIRUGÍAS
A principios de los 80, cuando su carrera ya despuntaba como bailarina y actriz en el llamado cine de ficheras, una mujer la convenció de someterse a un tratamiento estético, con la promesa de que se parecería a María Félix, ni más ni menos. Entonces de 30 años, enigmática belleza, cuerpazo, incontables anhelos personales y profesionales, y aún ignorante, Lyn May accedió someterse a la sesión en una clínica de su natal Acapulco, Guerrero.
Un año después, su rostro comenzó a inflamarse. “Me dio comezón y empezaron a aparecer bolitas por aquí y por allá, canicas duras en la piel que picaban”. En el afán de contrarrestar ese efecto, paulatinamente su cara se ensanchó y deformó. “Entonces supe que no me habían aplicado colágeno como prometieron, ¡sino aceite para guisar! Desesperada, busqué soluciones médicas, y al no
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