EN PRIMERA LÍNEA DE COMBATE
No es ningún secreto que las mujeres empuñaron el fusil durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque es cierto que no siempre asumieron un papel protagónico y, en muchos casos, sus compañeros masculinos las discriminaron en razón de su género, no cabe duda de que sus misiones trascendieron la sugestión de la propaganda.
¿Cómo, si no, se explican las 717 bajas que la Commonwealth War Graves tiene registradas en el seno del Auxiliary Territorial Service (ATS) de Gran Bretaña? En el momento álgido de la contienda, más de 200,000 oficiales y auxiliares servían en la rama femenina del ejército británico, muchas de ellas en el Comando Antiaéreo. La futura reina Isabel II o la hija más joven de Winston Churchill, Mary, aportaron su granito de arena al ATS aunque, oficialmente, ninguna de sus miembros disparó un solo tiro. Fue una exigencia del gobierno con la que los generales estuvieron de acuerdo. Sir Frederick Rosier, comandante en jefe de la Defensa Aérea, pensaba que las dadoras de vida no podían arrebatarlas. Como haya sido, gracias a ellas muchos soldados se libraron de una muerte segura: en Norman- día, los “ruiseñores voladores”, un grupo de enfermeras de la unidad de Ambulancias del Aire de la Royal Air Force, tomaron tierra en las playas de Normandía y, en medio de una lluvia de balas, evacuaron a los heridos hacia los hospitales británicos.
Su aliado transatlántico, Estados Unidos, no tardó en mirarse en su espejo. Alrededor de 350,000 mujeres se enfundaron el uniforme, tanto dentro como fuera de sus fronteras. El Women’s Army Corps (WAC), creado en 1942, editó un manual para
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