A Isaac Asimov (1920-1992) puede considerársele uno de los grandes genios del siglo XX. Profesor de bioquímica (su miedo a la sangre frustró su vocación de estudiar medicina). Judío de origen ruso, pero nacionalizado estadounidense, su amplia labor divulgativa abarcó casi todas las ramas del saber que ni siquiera se sabe con exactitud cuántos libros escribió (se calcula que pudieron ser alrededor de unos quinientos, sin contar antologías y otras publicaciones). De su marcado carácter autodidacta da buena cuenta su frase: “La autoeducación es, estoy convencido, el único tipo de educación que existe”. Su estilo directo y ameno, como corresponde a un autor tan prolífico, permitió hacer accesible el conocimiento científico entre el gran público. En el ámbito de la literatura, se le considera pionero en el género denominado “tecnológico” del ámbito de la ciencia ficción. Precisamente dentro de este terreno especulativo escribió una serie de textos, anticipando cómo sería el mundo en los albores del siglo XXI. Estos escritos se han convertido en auténticas profecías que se han ido cumpliendo de manera sorprendente…
¿UN PROFETA LLAMADO ASIMOV?
En 1967, Asimov publicaría un artículo titulado “El mundo en 1990” (“The World in 1990”), en el que, ejerciendo de improvisado (MÁS ALLÁ, 374), trata de ofrecer una crónica de cómo será el mundo y cuáles serán los avances científicos más décadas durante la última década del siglo XX. “Predecir el futuro –advierte al comienzo de dicho artículo– es una tarea imposible, muy poco agradecida, en la que se comete el más espantoso de los ridículos, y a menudo se obtiene solamente burlas y menosprecios. Sin embargo, como he escrito ciencia ficción durante más de un cuarto