n junio de 1945, tras la caída del III Reich, se produjeron unas extrañas combustiones en varios cortijos de la Sierra de Filabres, dando lugar a uno de sembraba la duda al afirmar que, después de que el famoso circo atómico entrase en España, «comenzaron las olas de fuego misterioso en Almería y Málaga». Aunque suene rocambolesco, la prensa clandestina no fue la única en relacionar ambos hechos. Y es que, en 1945, la editorial Gemas publicó un extraño libro, , en el que su autor, José Manuel Vidal Zapater, afirmaba lo siguiente: «Los fuegos de Laroya constituyen esencialmente un fenómeno especial de desintegración atómica (…) Este fenómeno, producido aquí de un modo natural y espontáneo, está originado por la tan afanosamente buscada energía atómica que, provocada artificialmente, sería capaz de suministrar formidables potencias motrices con un insignificante consumo de partículas». Ante tales afirmaciones, resulta lógico plantearse la siguiente duda: ¿es posible que las investigaciones atómicas nazis en nuestro país durante la II Guerra Mundial, y una vez acabada esta, provocasen estos enigmáticos fuegos? Quizá algún día sepamos la verdad.
