Esto acaba de empezar
LA FAMILIA, QUIZÁ LO MÁS IMPORTANTE para la mayoría de los humanos, sea cual sea su origen o condición. Pero hasta la llegada del Cayenne, lo cierto es que el conducir un Porsche era un placer muy individualista, casi reservado al piloto y su acompañante. Las plazas traseras de sus modelos fabricados en las últimas décadas (911, 928, 924, 944) solo eran cómodas para niños pequeños.
El mercado automovilístico actual no se entendería sin los SUV o todocaminos en cualquier categoría, si bien hace veinte años la situación era muy diferente. Este tipo de vehículos aún no dominaban en el panorama, y entre los SUV de lujo, en el mercado español apenas contábamos con el Range Rover y tres made in USA: el Jeep Grand Cherokee (1993), el Mercedes ML (1997) y el BMW X5 (1999).
Así que un buen día los responsables de marketing de Porsche decidieron investigar los gustos y deseos de sus clientes estadounidenses, el mayor mercado para la marca alemana en aquellos tiempos (ahora es el segundo tras China). Y entonces se dieron cuenta de que el segundo o tercer coche que conducían no era una berlina, sino un 4x4. A partir de ese momento comenzaron a pensar en serio en crear “el tercer Porsche” –en aquel entonces la gama la formaban solo el Boxster y el 911. Este “tercer Porsche” ya estaba en la cabeza de Ferry Porsche (1909-1998) años antes de su lanzamiento: “si construyéramos un modelo de todoterreno según nuestros estándares de calidad, y tuviera un escudo Porsche en el capó, la gente lo compraría”.
“Si construyéramos un modelo todoterreno según nuestros estándares de calidad, la
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