UN ITALIANO EN ESPAÑA
Amadeo de Saboya, duque de Aosta, se negaba, en un principio, a aceptar su candidatura al trono vacante de España. Fue convencido por la persuasión política del general Prim-padrino de esta monarquía parlamentaria-, por la obligación moral de evitar otra guerra en Europa y por el respeto a la autoridad de su padre, el rey Víctor Manuel II de Saboya, que se lo pidió en interés de su dinastía. Amadeo correspondió, con su mejor intención personal, a todos ellos.
1868: la Gloriosa Revolución
El 18 de septiembre de 1868, la Gloriosa Revolución estalló en España. El largo reinado de Isabel II llegó a su fin con el drástico derrocamiento de la soberana. Isabel-primogénita de Fernando VII-había sido reina-niña desde la muerte de su padre en 1833, cuando sólo contaba tres años, al vencer en la guerra carlista a su tío y opositor, el infante don Carlos, que le disputaba la legitimidad del trono. El reinado de Isabel II había sido desde sus inicios la esperanza de los liberales-organizados después en el Partido Progresista-, que vieron en ella el contrapunto al absolutismo anticonstitucional de su padre. En el inicio de su reinado, muchos liberales dieron su vida o se la jugaron en el frente de batalla por ella. Era lógico que después exigieran su parte de presencia política en el Estado emergente.
Sin embargo, el reinado de Isabel II fue un creciente cúmulo de decepciones para el Partido Progresista, que tras la mayoría de edad de la soberana –a los 13 años, en 1843– encontró cada vez más dificultades para formar parte del gobierno. El sólido dominio del Partido Moderado en el entorno personal de la reina lo hacía imposible. Por otro lado, la llamada “cuestión de palacio”, es decir, las desavenencias de la reina con su esposo y primo hermano-Francisco de Asís de Borbón-,
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