POR QUÉ NOS REÍMOS
Incluso en esta época del COVID-19, muchas personas han descubierto que una buena carcajada les ha ayudado a sobrellevar las tensiones, incertidumbres e interminables cierres. Por eso, resulta sorprendente que los psicólogos y neurocientíficos hayan sido reacios a dedicar una atención seria a la risa, creyendo muchos que las expresiones de alegría eran menos importantes que las de infelicidad o desesperación. “La psicología aún tiene que ponerse al día en lo que respecta a equilibrar lo que se sabe sobre las emociones negativas y sobre las positivas”, dice Gina Mireault, de la Universidad del Norte deVermont . Los estudios más recientes revelan que la risa es mucho más importante de lo que se cree. Más allá de la conexión obvia con el humor, ofrece información muy importante sobre la naturaleza de nuestras relaciones y el estado de salud. El estudio de la risa infantil puede incluso ayudar a entender cómo desarrollamos el sentido del yo y la capacidad de leer la mente de los demás.
Los animales no humanos no son conocidos por su agudo ingenio, pero muchos participan en de de la Universidad de California en Los Ángeles (EE. UU.), publicado este año, los científicos han documentado este comportamiento de “juego vocal” -signos, señales o respuestas comparables con la risa humana- en 65 especies. La mayoría son mamíferos, pero se sabe que algunas aves también señalan sus inofensivas intenciones así. Los , por ejemplo, gorjean mientras se pelean en el suelo o se persiguen por el aire. Los tamarinos de cabeza de algodón silban. Las ratas emiten un chirrido ultrasónico más allá del oído humano. Los elefantes una especie de sonido trompetero suave. Y en chimpancés, gorilas, macacos rhesus y perros, las vocalizaciones de juego adoptan la forma de jadeos rápidos y rítmicos. Winkler y Bryant especulan que estos sonidos representan una forma rudimentaria de proto-risa que podría haber constituido la base evolutiva de nuestro propio humor. Dada su prevalencia entre los primates, estima que la proto-risa evolucionó en uno de nuestros ancestros mamíferos directos, hace al menos 100 millones de años.
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