LA CIENCIA DE LA MOTIVACIÓN
Hoy no te quieres levantar. ¿Para qué? Hace frío. Estás cansado. No tienes ganas. Es todo un aburrimiento, siempre lo mismo, y te sumerges con pereza en el móvil todavía un rato más, presa del tedio más absoluto, para no pensar. Si hay que ir, se va, pero ir para nada…. En esas estás, hundido en la apatía, cuando, de pronto, un torbellino de energía irrumpe en la habitación: “¡Papá! ¡He hecho tortitas! ¡Hoy he quedado con la prima Clara! ¿Le puedo llevar una? ¡Por fin está lloviendo! ¡Quiero salir! ¡Me he puesto el chubasquero nuevo! ¿No dijiste que querías acompañarnos? ¡Vamos, corre! ¡Que yo ya estoy preparada!”.
Dos formas de empezar el día muy diferentes que, seguramente, tienen que ver con algo que ocurre dentro de las dos seseras. “Nuestra vida es la vida de nuestro cerebro”, recuerda a MUY Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología y director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona. ¿Y qué tiene la pequeña ilusionada que no tengas tú? Posiblemente, una clave podría estar en las neuronas del área tegmental ventral de su encéfalo, cuyas prolongaciones están liberando dopamina con generosidad en otra región vecina, el núcleo accumbens, en el cuerpo estriado. Este neurotransmisor es, sin duda, la estrella del cotarro, “relacionado con crear motivación e incentivos. Nos hace capaces de movernos, trabajar, actuar o esforzarnos. Cuando se produce el (Ariel, 2019). “Durante un tiempo, pensamos que la dopamina era la encargada de producir placer porque, en nuestros experimentos, las ratas la liberaban cuando hacían algo que les resultaba agradable”, recuerda. Sin embargo, un trabajo pionero publicado en en 2003 cambió las tornas, al demostrar que los roedores no perdían la capacidad de sentir placer aunque su cerebro no tuviera ni una gota de dopamina.
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