Un destierro político al estilo de la 4T
A Gabriel García Hernández lo enviaron a 999 kilómetros de Palacio Nacional. Perfilado para ser uno de los hombres más poderosos del sexenio, el pasado 27 de octubre fue enviado al exilio.
De ser el coordinador general de Programas de Desarrollo de la Oficina de la Presidencia durante dos años y medio, y luego senador durante cuatro meses, fue desterrado a la frontera entre Durango y Coahuila, y nombrado en un puesto menor y de reciente creación: encargado del proyecto Agua Saludable para La Laguna.
En dos años y medio Gabriel García dilapidó la confianza del presidente Andrés Manuel López Obrador. Su papel sería desplegar territorialmente al gobierno de la autoproclamada Cuarta Transformación: sus “superdelegados” concentrarían todas las funciones federales en cada estado, sus Centros Integradores tendrían presencia en 14 mil comunidades y el Padrón Único de Beneficiarios (PUB), que sería levantado por la estructura a su cargo, integraría a todos los beneficiarios de los programas sociales.
Nunca entregó el PUB y se fue de la coordinación sin solventar las observaciones de la Auditoria Superior
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