007 El mundo nunca es suficiente
La franquicia de 007 cerró el siglo XX con esta aventura argumentalmente centrada en el problema del abastecimiento de petróleo que además pone de manifiesto la plena madurez de la etapa de Pierce Brosnan interpretando el personaje a pleno rendimiento.
El guion
Totalmente liberada de los complejos que arrastrara en la segunda película de Timothy Dalton y en la primera película de Brosnan, esta película le permite a 007 volver a ser James Bond a tope en lo referido al sexo, su contacto con los personajes femeninos y los chistes correspondientes a su naturaleza donjuanesca. Si bien es cierto que en manos de Brosnan, este Bond de los noventa expresa una vulnerabilidad que completa y hace madurar al (la comentada escena al borde la playa con el sol al fondo, meditando… ¡Bond meditando!, ¡anatema!) y en , vuelve a mostrarse como un cavernícola en lo referido a su relación con las féminas del relato en varios momentos. Por ejemplo, el chiste de arranque cuando entra en el despacho del banquero suizo y se queda mirando los pechos de Maria Grazia Cucinotta. Ella pregunta: “¿Desea examinar mis cifras?”, y Bond contesta: “Estoy seguro de que están perfectamente redondeadas”. Otro ejemplo: en la revisión del hombro con la doctora, el asalto en toda regla, con plano de detalle de la ropa interior de ella incluido. Finalmente: la secuencia de Bond en el casino con las gafas de rayos X que le permiten contemplar reveladoras imágenes de las armas de los matones… y de la ropa interior de las féminas. Esos momentos nunca habrían entrado en las dos películas anteriores de Brosnan. Pero en esta encajan en una trama que sin duda es la más abiertamente sexual y la más madura de las cuatro intervenciones del actor como 007.
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