LA PETICIÓN DEL PAPA FUE ACOGIDA CON ENORME ENTUSIASMO POR LOS CABALLEROS Y CLÉRIGOS REUNIDOS EN LA CIUDAD FRANCESA DE CLERMONT. Entre continuas aclamaciones, Urbano II bendijo las crucecillas de tela roja que hombres de todo tipo y condición mandaron coser sobre sus túnicas como manifestación del irrefrenable deseo de ponerse en camino y luchar contra el infiel. Para desconsuelo de muchos, la partida se demoró más de lo deseado, hasta el día 15 de agosto del año siguiente, por lo que, durante todo este tiempo, monjes y predicadores llevaron el mensaje a todos los rincones de la Cristiandad, desde Escandinavia hasta España, mientras que príncipes, señores, caballeros y campesinos se preparaban para partir al grito de “Dios lo quiere”.
FERVOR RELIGIOSO
Esta atmósfera de fervor religioso favoreció la aparición, por otra parte, de algunos predicadores fanáticos capaces de fascinar a grandes muchedumbres que se dejaron seducir por individuos como . El éxito de la predicación de este eremita iluminado permitió la existencia de un movimiento espontáneo formado por hombres, mujeres y niños, la mayor parte de ellos pobres, que en los meses anteriores habían logrado reunir algo de dinero, con el que sufragar su