Inundación histórica La furia del agua barrió lo que quedaba de Altenahr
BONN, ALEMANIA.- En tiempos dorados, el crucero principal de la pequeña localidad de Altenahr, a 31 kilómetros de esta ciudad, reflejaba un brillo de época. De un lado, los ventanales de un amplio salón dejaban entrar a las estrellas en las largas noches de baile y vino. Del otro, un restaurante estilo western invitaba a veladas peliculescas, sumergidas bajo el manto de la música country.
Estar cerca de la entonces capital alemana aseguraba a Altenahr no sólo un turismo constante sino también de alto nivel: embajadores extranjeros y políticos alemanes lucían ante sus invitados la belleza del Valle del Ahr y de la Ruta del Vino Tinto, alternativa a los tumultuosos viajes por el Rin, bañados en la empalagosa dulzura del vino blanco.
Instituciones, embajadas y casi toda la órbita del gobierno abandonaron Bonn en 1999, y con ello, Altenahr y otros pueblos cercanos fueron perdiendo su brillo. Como en la película , el lujoso bullicio de antaño se fue transformando en pesado recuerdo y, sobre todo, en la intransigente realidad de un turismo esporádico y de menor propina. La crisis se tornó círculo vicioso. La austeridad hizo desaparecer el teleférico que llevaba a la cima de un monte vecino, y también se fue a la eternidad el restaurante que esperaba sonriente a comensales arriba del promontorio. Y a menos atractivos, menos visitantes.
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