Antonio Banderas BENDITA INSENSATEZ
Aunque a estas alturas del partido sepas, cómo no, que la vida mancha –ese maravilloso título de Urbizu–, cuando Antonio Banderas (Málaga, 1960) te dice a través de Zoom que estás como siempre, no opones la más mínima resistencia: sus dotes de seducción son incontestables. No hay más que recordar la panoplia de celebrities que nos trajo tirando de agenda a los últimos Goya. Eso sí que es poderío y lo demás, cuentos. Su eficaz asistente personal desde hace años, primero nanny de sus hijos, luego secretaria personal y ahora socia, deja con su discreción habitual todo perfectamente instalado para su aparición: Ahora entra Antonio, ¿vale? Y Antonio entra, con una barbita recortada porque estoy tratando de inventarme un personaje para la comedia musical que vamos a hacer en septiembre, Company, de Stephen Sondheim, y una sonrisa tan acogedora y amplia como la fotografía que tiene detrás: 39 bailarines y cantantes de la compañía de A Chorus Line con la que su último tesoro, su teatro privado, el Teatro Soho CaixaBank, con casi 900 localidades, vendió 64.000 entradas en dos semanas. Fue mágico. Se vendió todo para tres meses. Ahora vamos a tratar de repetirlo con Company, durante cinco meses.
Banderas siempre convierte una entrevista en una charla placentera. ¿Motivo esta vez? El inminente estreno de segunda entrega de la explosiva comedia de acción de Patrick Hughes (quien ya lo dirigió en ), con Ryan Reynolds, Samuel L. Jackson, Salma Hayek y Morgan Freeman, y, próximamente, de su primer trabajo a las órdenes de los autores de Gastón Duprat y Marianoy en ello está. Entregado.
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