ANTE TODO, DISCRECIÓN
Cuando me embarqué en el rodaje de (Icíar Bollaín, 2007), nunca antes había tenido a una mujer como directora. Era mujer, y también actriz, por lo que noté una gran diferencia en las escenas(¡qué digo aquello era mímica!), las innumerables interrupciones para reajustar tomas, y la bebida que les ofrecieron que se reducía a un vaso de agua manchada (para simular una copa de alcohol) aquel fue el concierto más frustrante de sus vidas. Ya de noche, cuando finalizó el rodaje, y conmovido por la cara de decepción de sus fans, Rosendo sacó a pasear su generosidad y nos ofreció a los allí presentes un miniconcierto que no olvidaré jamás. Como tampoco olvidaré nuestras rutas en furgoneta con cristales tintados acompañando a las detectives de verdad que nos instruían. Durante sus seguimientos, insistían mucho en que debíamos mantener un perfil bajo para no llamar la atención. Pero aquí siempre funciona la ley de Murphy: cuanto más queríamos disfrazarnos para pasar inadvertidas, más llamábamos la atención. Y nos ganábamos la bronca de las detectives, a las que chafábamos su trabajo del día. Recuerdo un día que Najwa (Nimri), divina, bajó de la furgoneta con un pañuelo en la cabeza y unas gafas de sol que se le antojaron de camuflaje. Y que después pasamos una temporada emparanoyadas con que podían estar vigilándonos, buscando micrófonos ocultos y coches detrás de nosotras. Aquella película fue especial y mi personaje (Inés) me marcó el camino para plantearme que no quería obsesionarme con el trabajo. Cuando fui madre volví a Galicia, al campo, y aquí sigo.
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