La carga maldita
“El sentimiento preponderante no es sino honroso y justo. Es el de que Inglaterra se ha comprometido a ayudar a un vecino débil contra la agresión de uno fuerte. Se trata, en realidad, de la lucha del pueblo”. Con estas palabras, el periódico The Times defendía el 27 de febrero de 1854 la guerra que Inglaterra declararía a Rusia un mes después, el 28 de marzo, y que se desarrollaría en la lejana península de Crimea, ubicada en la costa septentrional del mar Negro. ¿Cómo empezó todo? Con una disputa entre los monjes católicos y ortodoxos encargados de la custodia de la iglesia de la Natividad en Belén, que fue tomada enseguida por Rusia como pretexto para invadir territorios del Imperio otomano y defender a los ortodoxos (ver recuadro de la página siguiente), un acto que llevó a británicos y franceses a aliarse con los turcos e intervenir.
En realidad esa oscura trifulca religiosa sirvió a los planes rusos, que pasaban por conquistar Constantinopla y lograr su tan ansiado acceso al Mediterráneo, algo que Gran Bretaña no podía consentir, como expuso el diario “Todo depende de cómo manejemos la presente crisis. Nuestro corredor a la India depende de ello. Nuestro comercio con todas las naciones libres depende de ello. Cuando el zar convierta el Mediterráneo en un lago ruso, nuestros mercaderes lamentarán su ciega locura al negarse a detenerlo cuando
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