CHEZ COIXET
Dicen que los recuerdos son una forma de aferrarte a las cosas que amas, las cosas que eres, las cosas que no quieres perder. Por ello, entrar en el estudio barcelonés de la cineasta Isabel Coixet es entrar en su vida, en sus recuerdos, en su memoria. Una fotografía del estadounidense o saludan a los carteles de las películas de Coixet en polaco, chino o ruso…; la estatuilla del Goya a la Mejor Película Documental por (tiene los otros cuatro repartidos por su casa) parece asomarse al retrato que Javier Mariscal hizo de ella; varios, muchos libros, del dramaturgo y guionista John Mortimer a Nabokov,cintas VHS, la mítica cámara Fisher-Price PXL 2000, recortes de prensa, retratos de su hija Zoe, de Japón, China o Normandía… «Mi estudio es una especie de antología de objetos diversos, una miscelánea de recuerdos que tienen que ver con diferentes momentos de mi vida –y, entre risas, prosigue–. Hay trofeos que me dan, que a mí me parece muy bien que me den premios, pero con la mención ya vale, no hace falta que te lo den físicamente porque luego hay muchos cacharros por todas partes».
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