COPIAS ORIGINALES
PERIODISTA
Desde que los artistas comenzaron a firmar sus obras, es decir, desde el Renacimiento, el péndulo del arte no ha dejado de oscilar de lo objetivo a lo subjetivo, del equilibrio a la pasión, de lo racional a lo sentimental. Estos vaivenes hicieron posible el dramatismo del Barroco, la serenidad del Neoclasicismo, la ensoñación del Romanticismo, la descomposición óptica puntillista, el grito desgarrador de los expresionistas, la placidez geométrica del Constructivismo.
Incluso los artistas más ecuánimes, minuciosos y comprometidos con la naturaleza, como, por ejemplo, Durero, se cuidaron muy bien de no dejar su imagen pública al azar. Suyo es el primer logotipo de la historia, un sello que empleaba para firmar sus popularísimos grabados. Si había de difundir copias de su obra por toda Europa, que fuera para consolidar su fama. Además de la rúbrica, son numerosas las tácticas de otros creadores para perpetuarse y dejar huella personal: mensajes ocultos, guiños al espectador, autorretratos camuflados en escenas religiosas o posados precursores del postureo contemporáneo, en los que los pintores, cual del futuro, se mostraban unas veces como eran y otras muchas como les gustaría ser. De Velázquez en adelante, a medida que la pincelada se va soltando, el gesto sobre el lienzo se
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