Etiquetas frontales, positivas pero insuficientes
Para don Chucho no hay opción en la tienda de abarrotes de la colonia ni en el supermercado donde adquiere su despensa: puede ver el exceso de sodio en los frijoles enlatados y en el atún; exceso de azúcares y calorías en los cereales; las tortillas de harina también sobrepasan los niveles de grasas saturadas. Ya ni hablar de jugos que en sus etiquetas presumen ser naturales, ni del yogurt o las gelatinas, que superan por mucho los niveles de azúcar que puede permitirse.
Él padece diabetes, igual que su esposa y sus tres hijos, además de 8.6 millones de mexicanos (10.3% de la población), para quienes la comida industrializada y procesada es dañina, pero la consumen porque su acelerado ritmo de vida requiere de alimentos baratos, de preparación rápida y siempre a su alcance, aunque el nuevo etiquetado frontal advierta claramente de los riesgos.
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