El fin de la GUERRA SANTA
La Tercera Cruzada no había logrado su objetivo de recuperar Jerusalén, que continuaba bajo dominio musulmán. El tratado que Ricardo Corazón de León y Saladino habían firmado en 1192 dejaba en poder de los cristianos latinos tan solo una estrecha franja costera desde Tiro hasta Jaffa, aunque garantizaba la seguridad de los peregrinos que viajasen a Jerusalén. El nuevo papa, Inocencio III, deseoso de establecer la autoridad de la Santa Sede en todo el orbe cristiano, comenzó a predicar una nueva Cruzada en 1198.
Su llamamiento a los monarcas europeos tuvo poco éxito inicialmente. Los alemanes estaban enfrentados al poder papal, en tanto que Francia e Inglaterra se encontraban combatiendo la una contra la otra. No obstante, gracias a las encendidas prédicas de Fulco de Neuilly, se organizó finalmente un ejército cruzado en 1199. Esta Cuarta Cruzada (1202-1204) debía dirigirse hacia Egipto, donde reinaba la dinastía de los ayubíes, para desde allí liberar Tierra Santa; sin embargo, la expedición se desvió y conquistó en cambio Constantinopla.
A diferencia de las tres primeras cruzadas, que tuvieron un carácter religioso más marcado, esta fue en busca de nuevos territorios y mercados que conquistar –algunos la han llamado “la Cruzada comercial” por la importancia en
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