Viggo Mortensen EN EL NOMBRE DEL PADRE
Para empezar a conversar con Viggo Mortensen (Nueva York, 1958) a propósito de Falling, su primer film como director, FOTOGRAMAS arranca la extensa charla en una calurosa tarde, por los créditos finales de su debut. Lisandro Alonso, Peter Jackson, Agustín Díaz Yanes, Matt Ross, Peter Farrelly o, claro, David Cronenberg aparecen en una generosa lista de agradecimientos en la que destaca la presencia de Agnès Varda, cineasta con la que este actor y ahora director –además de pintor, músico, fotógrafo, editor o poeta–nunca trabajó, pero con la que compartió un instante poco antes de que esta grande del cine, dice, a la que durante mucho tiempo la Nouvelle Vague no le dio crédito pese a ser la madrina del movimiento, falleciera. Fue en un avión, en un vuelo entre Marrakech y París, revela. Ya estaba enferma, muy débil, pero su hija Rosalie me cedió su sitio y me senté junto a ella. Hablamos durante las tres horas del viaje y el tema central fue sobre todo el cine. Pero también charlamos sobre nuestros hijos, el cambio climático, el reciclaje, la vida de los pájaros en invierno, la muerte, sus nuevos proyectos o su forma de dirigir: de cómo veía el arte, su mirada y lo que da la experiencia. Y de ahí salió algo muy simple pero a la vez muy importante. Me dijo que para hacer una buena película, no debes mostrar… solo tienes que conseguir que el espectador quiera ver.
‘PARA CONTAR UNA BUENA HISTORIA, PARA HACER UNA BUENA PELÍCULA, NO DEBES MOSTRAR... SOLO TIENES QUE
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