Expedientes Da Vinci
Jesús y María Magdalena, una sociedad secreta, el Santo Grial, templarios y cátaros, la Biblia y los Evangelios gnósticos… se agita bien, se le añade una buena dosis de arte renacentista y aparece un best seller de éxito mundial. El código Da Vinci, de Dan Brown, puso en el candelero al Leonardo más misterioso, aunque la idea de que su obra esconde secretos no empieza ni acaba en dicha novela.
El gran mérito de Dan Brown fue difuminar la línea que separa realidad y ficción. Pero ¿y si realmente los cuadros del genio renacentista fueran una tapadera, los depositarios de mensajes velados que sólo los elegidos conocen? El controvertido Leonardo fue una rara avis, en su tiempo y ahora. Sus contemporáneos lo consideraban una especie de mago, un genio excéntrico, un brujo capaz de lo imposible. ¿De dónde viene esa fascinación por buscar arcanos en sus cuadros y escritos? Para averiguarlo, lo mejor es empezar por su lienzo más universal: la mujer de la eterna sonrisa.
Mil Giocondas en una
Parece mentira que tantos misterios quepan en los 77 x 53 cm de La Gioconda. En primer lugar, nadie sabe quién posó para Leonardo, ni siquiera si fue alguien real o fruto de la imaginación del artista. Según la versión oficial, la que dio el historiador del arte Giorgio Vasari tres décadas después de la muerte de Leonardo, la modelo fue Lisa Gherardini, esposa de un comerciante florentino, Francesco del Giocondo. No es ni de lejos la única candidata. Se ha hablado de Isabel de Aragón e Isabel de Este, de una amante del pintor, de su madre, de un hombre travestido (tal vez el mismo Leonardo)… ¿o acaso quiso plasmar una figura andrógina, la fusión entre varón y hembra como el estado ideal que buscaban los alquimistas? Eso defiende Dan Brown.
Se baraja incluso la posibilidad de que se tratara de una mujer fallecida. La teoría del historiador Roberto Zapperi señala a Pacifica
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