EL GRAN ENIGMA DE LA ESFINGE
Texto José Manuel García Bautista
egún cuenta la leyenda, el gran rey tenía varios hijos, pero entre todos ellos el más querido era el joven . El príncipe era fuerte y joven, y a diferencia de sus hermanos, sabía cómo aprovechar el tiempo. No era infrecuente verle escapar del boato y el esplendor reinante en el palacio de Menfis para internarse, a veces solo, en otras ocasiones acompañado por varios amigos de la corte, en el desierto oriental y allí dar rienda suelta a sus ansias de libertad, poniendo a prueba la velocidad que podía alcanzar su carro o dedicándose a la caza de leones. En una de estas escapadas, un día pasó muy cerca de las antiguas y colosales pirámides levantadas por sus ancestros. Sus ojos se mostraron sorprendidos cuando observó la figura de una espectacular cabeza que asomaba sobre la arena, en donde, según contaban las tradiciones, debía descansar el cuerpo de una enorme esfinge que, atenta, vigilaba el eterno reposo de los faraones allí enterrados. Debido al abrasador calor del mediodía, el príncipe y sus amigos decidieron reposar a la sombra de la cabeza de la esfinge. Después de atar a sus caballos, Tutmosis se recostó sobre la arena, apoyando su cabeza en el pómulo de la figura, y al poco tiempo se sumergió en un
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