LARGO VIAJE
Siendo la revolución del transporte del siglo XIX la que retó a Louis Vuitton a convertirse en maestro maletero, resulta curioso pensar que su viaje al éxito comenzara con el más rudimentario de todos los medios: una travesía a pie. Nacido en Anchay (Francia) en 1821 en una familia dedicada a la madera, a los 14 años dejó su hogar en busca de un destino diferente, caminando durante dos años e intercambiando su heredada habilidad en la carpintería por cobijo y comida hasta llegar a París, en 1837. Con la suerte de su parte, no tardó en entrar como aprendiz en el taller de Maréchal donde aprendió, una profesión que surgió en el siglo XVI y cuya función era la de no solo crear baúles para transportar objetos personales, sino también empaquetarlos y desempaquetarlos para sus clientes. El vestuario del momento, con el miriñaque, era voluminoso, delicado y complicado, y requería de un cuidado especial a la hora de viajar, algo que Vuitton aprendió durante los 17 años que estuvo en la compañía satisfaciendo las necesidades aventureras de la alta sociedad y nobleza parisina. Tras casi dos décadas, su gran momento llegó cuando comenzó a trabajar para la Emperatriz Eugenia de Montijo, recién casada con Napoleón III, quien lo convirtió en su maletero de confianza. Fue durante esa buena racha laboral cuando, en 1854, decidió emprender su camino en solitario y fundar su propia empresa de manufactura de maletas en un local cerca de Place Vendôme. Así nació Louis Vuitton.
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