LOS ACCIDENTES QUE NOS NUCLEARES OCULTARON
El 8 de agosto del 2019, poco antes de las doce de la mañana, los vecinos de la pequeña localidad portuaria de Severodvinsk se sobresaltaban ante la visión cegadora de un poderoso estallido que se elevaba a varios kilómetros de distancia. Poco tiempo después, el servicio meteorológico de Rusia informaba, a través de su página web, que varias estaciones habían registrado niveles de radiación gamma entre 4 y 16 veces superiores a lo habitual para ese territorio. Sin embargo, al poco tiempo, el servicio de meteorología retiró de su web la nota sobre el índice de radiación en la zona.
Algunos minutos después comenzaron a filtrarse a los medios unas imágenes impactantes: varias personas habían grabado lo que parecía una explosión nuclear a pequeña escala en la plataforma de una base militar situada en la localidad de Nyonoksa, a 30 km de Severodvinsk. La información era confusa. Tras varios días de oscurantismo informativo, baile de datos y petición de explicaciones por parte de autoridades locales e internacionales, el Rosatom (la agencia nuclear estatal rusa) informó que lo ocurrido el 8 de agosto había sido un accidente producto de una prueba fallida de cohetes con «fuentes de energía isotópicas», es decir, que contenían componentes nucleares. Se informó de que el accidente había acabado con la vida de siete personas –cinco científicos y dos militares– y que los habitantes de Nyonoksa habían sido evacuados.
Algunos periodistas intentaron hablar con los médicos enviados a la zona, pero todos se negaron a ofrecer datos de su trabajo o de lo que habían observado, obligados por un contrato de confidencialidad. De esta forma se dio por zanjada la información y la noticia terminó por desaparecer de los medios de comunicación. Pero ¿qué había producido el accidente? ¿De qué clase de cohete se trataba? ¿Qué cantidad de radiación había contaminado la zona? Este hecho recordaba demasiado a la inquietante era nuclear que comenzó tras la Segunda Guerra Mundial. En esa época, las dos superpotencias de entonces, la URSS y EE UU, llevaron hasta sus últimas consecuencias la investigación y experimentación con esta
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