En la actualidad
Para cuando el especialista en enfermedades infecciosas Michael Callahan abordó el Grand Princess a principios de marzo, ya era un veterano experto en la COVID-19. Había empezado en enero con el intercambio de notas entre su red de colegas versados en el patógeno emergente en Wuhan, China. Observó pacientes en Singapur cuando la enfermedad empezaba ahí, e informó a funcionarios del gobierno estadounidense en Washington, D. C. Ayudó a evacuar un crucero en Yokohama, Japón, y luego trató a las primeras víctimas cuando la enfermedad llegó a Boston, donde ejerce como médico en el Hospital General de Massachusetts.
Y, conforme observaba, trabajaba y discutía el problema de escasez de ventiladores, vio a la enfermedad revelar su “inefectividad magnífica”, su capacidad de asentarse “como una pequeña bomba silenciosa e inteligente en tu comunidad”
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